No estamos solas

Vamos camino al Glenrose el hospital de rehabilitación, voy entreteniendo a Oli para evitar que se duerma. Es nuestra segunda clase de grupo. Y hoy estoy menos nerviosa que la primera vez. Y Olivia está más emocionada, va a volver a ver a P, K y P. 

Al inicio de nuestra primera clase, estuvimos sentadas en círculo con otras mamás y papás presentándonos, uno por uno y a nuestros hijos. Llegó mi turno. No lloré.  Siempre lloro en situaciones que son nuevas para mí especialmente si se trata de Oli.  

Es o llorar o reír, cuando me siento vulnerable lloro o hago la situación liviana para que los demás no se sientan incómodos. Poco a poco me va importando menos la incomodidad de los demás y trato de expresar lo que realmente siento. En este caso me sentía segura, que me entendían y entonces no lloré. O tal vez he ido curando lo que me hacía llorar. 

Íbamos terminando el círculo y la última mamá del circulo le toco presentarse. Fue a la única que se le subió el corazón a la garganta y entonces se le trabaron las palabras pero, ahí entre todas las que estábamos, sentadas en el piso, en medio de una colchoneta y juguetes, había tanta comprensión. Tanta camaradería. Que no hubo silencio incómodo ni palabras clichés que llegan a incomodar a veces más que los silencios. No sé como se sintieron las demás, pero con esa voz quebrada yo me sentí cómoda, tranquila. La entendí. Y creo que ella sabía. 

En ningún momento hubo un diagnóstico mencionado, y no importaba. Acaso otras mamás llegan a un espacio nuevo presentan a sus hijos con una disculpa diciendo “este es Juan, tiene asma” suena absurdo, ¿verdad? Yo lo hago a veces. Digo el diagnóstico, lo atravieso en la cara de la gente para que no asuman o no hablen pero a la misma vez encasillo a Olí en solo eso; un diagnostico, y es muchísimo más que eso. Por eso durante

las presentaciones dijimos solo su nombre y lo que más amábamos de cada uno. Fue liberador decir: “esta es Oli, amo su sonrisa y su sentido de humor.”

Ven les dije… ahora estoy llorando…

Continuó…

Hoy fuimos otra vez a sentarnos entre mamás, papás e hijos solo a compartir una terapia que parece que me sirve más a mi que a ella. Y claro que nos enseñan herramientas para mejorar en casa etc, pero mi punto es que estar entre gente que entiende es terapéutico. Encontré entre desconocidas una red de apoyo linda, donde sin hablarnos entendemos y a veces no necesito de palabras solo sentirme acompañada.

Leí un articulo donde habla de que la tribu correcta nutre y fortalece. En el articulo se menciona un trabajo de Dan Buetnner habla de como formar relaciones interpersonales sanas y MEANINGFUL pueden alargar nuestra vida. Así como  también las relaciones tóxicas generan ansiedad y estrés el tener una red de apoyo de peso y constructiva donde se comparten felicidades y penas nos hace bien. Es super lógico.

Incluso en redes sociales tener un espacio liberador, sin culpa y sin miedos es fundamental para mi sanidad. Empecé a eliminar todo lo que me causa sentimientos negativos, y empecé a seguir a gente que me hace bien, que me saca una sonrisa y esta llena de positivismo. las redes sociales pueden llegar a ser una red de apoyo constructiva o una tóxica. de vez en cuando me veo scrolling down en vidas perfectas que no parecen tener ningún challenge y me tengo que recordar y dar un friendly reminder que social media no es real life. 

El camino que nos toca no es nada fácil. Empecé este espacio para poder desahogarme en momentos donde lo que predominaba era el miedo, la culpa y el sentirse sola. Todavía me siento así a veces y aunque Oli siempre es luz y felicidad también es mucho trabajo e incertidumbre. Caminar solo es mucho más pesado que saber que hay gente en el camino.   

Saber que no estoy sola es el regalo más lindo que me dan los viernes.

A mi compañera de maternidad diferente: “Cuando escribo me conozco un poquito mejor como mamá, gracias por darme este espacio para compartir.