A Oli la conocí entre ruido y miedo.
Ella es una paradoja, es lucha y paz.
Si pienso en ella, en esa Olivia que conocí de primero, pienso en unos pulmones que respiraban con muchas ganas y en un corazón que latía con mucha fuerza.
Pienso en esa lucha que era solo de ella pero la quería hacer mía.
Era también paz. Entre todo el ruido de las enfermeras, los doctores, las alarmas y las máquinas daba paz y todo el ruido y la gente se convertían solo en eso, en paz.
A Oli la conocí entre gente. Gente que me explicaba como verla, como tocarla. Gente que le acomodaba los cables, que la movía. Gente que me corría, que me quitaba.
Gente que no cantaba.
A Oli la conocí con miedo. Me acerqué a una cuna, a ver esa cara que fue tan mia, tan mia era que fuimos una. Me acerqué a un corazón que se dormía con el mío en el oído y ahora latía rodeado de ruido ajeno. ahora tenía miedo de verla.
Y la ví, y me quitó el miedo. Me tiró al suelo. Me quitó mi paz. Me quitó mis máscaras, me quitó lo cool. Me quitó lo falso. Me quitó el peinado, el tiempo y la pena; me quitó modales y etiquetas. Me quitó todo.
Y al final, quitando todo, que no era nada. Me dió el amor más grande y la felicidad más profunda. Me dió más, tantísimo más de lo que me ha quitado, que al final no era nada.
Para las abuelas y abuelos que fueron a los primeros que les quitamos todo y ahora tienen doble.