La lactancia materna exclusiva nunca fue una preocupación para mi. Cuando pensaba en bebés y su alimentación , pensaba en la teta. Fácil. Durante mi embarazo soñaba con esos momentos pegaditos entre mi bebé y yo. Nadie más, solitos. Siempre pensé que es el primer vínculo que se dá. Realización de madre.
Apenas Oli nació, se la llevaron al HNN. Yo me quedé en el Calderón, toda esa actitud positiva que tuve durante el embarazo y el parto se la llevaron también. En el area de maternidad del Calderón tienen una salita de extracción de leche. Yo me apunté en la lista y esperé que fuera mi turno. Inútil. Así me sentí, no logré nada. Seguía derrotada. Lo seguí intentando cada vez que había chance; pedía permiso para intentar de nuevo. No logré más que las veces anteriores, pero las enfermeras me decían que la estimulación era importante. Yo solo quería irme de ahí lo antes posible. Cuando me dieron la salida el 4 de enero a las 4:00 pm salí corriendo a ver a mi hija.
Pensaba, como había visto en las películas, que me la iba a poder poner en el pecho y cangurearla y así me iba a bajar la leche. Pero mi realidad era otra. Me volvieron a dar una maquinita Medela manual y me mandaron al cuarto de lactancia.
En el cuarto de lactancia me topé con otras mamás, iguales a mi, empatizaron conmigo. No hubo ni una sola mirada de lástima, si no la mayor empatía. Creo que esto sumado a que ya había visto a Oli me ayudó a que me bajara la leche. Solo unas gotas. Hubo aplausos y me dijeron que guardara eso, que se llevara a las enfermeras, que era mejor que el oro. En ese cuarto había agua de arroz, mamás, risas, lágrimas, esperanza y tristeza. Había de todo un poquito. Era mi terapia.
Seguí esforzándome y aunque por un tiempo suplí la demanda de leche materna de Oli, llegó el momento en que tuvieron que complementar con fórmula. Entre algunos éxitos, esto se sintió como derrota.
Mes y medio después, la primera vez que me dejaron ponerme a Olí en el pecho, pensé que iba a poder eliminar la fórmula de nuestras vidas. Adivinen… No.
Oli lloraba con tan solo acercármela al pecho, parecía que yo tuviera un alambre de púas que me cubriera. Otras veces lo tomaba y yo era feliz. Su succión era casi tan poca como su paciencia. Y yo estuve a punto de rendirme más de una vez.
Mis primas, Iva y Ticu, me recomendaron La Liga de la Leche. Me visitaron. Me dieron ejercicios que ayudarán a la succión de Oli. Me explicaron con amor y me dieron herramientas para que mi experiencia de lactancia fuera tan fácil y tan linda como debería ser. Nunca dejé de tomar agua, ni de sacarme leche, logré que Olivia prefiriera la teta sobre el chupón, pero la demanda no aumentó, así que como he dicho antes, le tuve que dar la bienvenida a la fórmula y a la lactancia mixta.
Todavía toma de mi pecho, me ha ayudado a calmarla cuando le sacan sangre, o le ponen vacunas. Es su lugar seguro. No me importa darle cuando me pida, adonde sea que me pida.
Todavía le doy fórmula, no me importa lavar chupones, ni las miradas desaprobantes de quienes no conocen nuestra historia. Me importa ella y nada más.
La lactancia materna es lo más lindo y cansado que he experimentado. Es olerle la cabeza mientras se queda dormida y sentirla tan mía como antes de nacer. Pero definitivamente no es el único vínculo emocional entre Olivia y yo. Definitivamente no fue el primero. Primero llegó el amor, el esfuerzo, la dedicación y la paciencia. Si la teta no hubiera llegado, tendríamos todo lo demás.
Para vos chipis que no me dejas rendirme nunca. Gracias por ayudarme en la experiencia más linda que es ser mamá.