En la foto, Olivia cumpliendo un mes.
Cuando nace un bebé esperamos felices las primeras veces. La primera vez que lo vamos a bañar, a vestir, a dar de mamar, de comer, todas esas primeras veces perfectas, únicas e irrepetibles.
Cuando nace un bebé prematuro la dinámica cambia, esperamos la primera vez que nos van a dejar alzarlo, la primera vez que nos van a dejar cambiarle el pañal, la primera vez que nos van a dejar darle chupón o pecho. Es difícil pedir permiso para poder hacer las cosas que desde lo más profundo de la naturaleza humana queremos hacer, nos nace hacerlas. Pero una vez que se puede es maravilloso, la espera vale la pena y es una celebración mágica.
Escribiendo esto estoy tratando de recordar como me sentía al no poder alzarla y se me encoge el corazón y me cuesta un poquito tragar. Quiero tratar de escribir lo más real posible para que me entiendan los que no han pasado por ahí y tratar de honrar a todas las mamás y papás que lo han vivido.
Llegando al HNN me enseñaron como lavarme las manos, adonde estaban las batas y como debía de actuar dentro de la sala. Entre todas las instrucciones estaba la de no usar celulares y si los usaremos debíamos nuevamente lavarnos las manos antes de tocar algo. Así que las fotos no fueron algo común dentro de los primeros días de vida de Oli.
La UCIN (Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales)es un lugar limpio, lleno de la mejor tecnología y con el mejor equipo para neonatos del país. Todo tiene un horario, un porque y un para que. Está, como se pueden imaginar, lejos de ese caos maravilloso (desorden perfecto) que trae consigo un bebé. Cada mamá, papá, abuelos y abuelas están tan metidos con su bebé que no hay tiempo para nada más, lo único que se escucha en esa sala son las alarmas de las máquinas conectadas a las mini personitas que están ahí enseñando lecciones que en ningún otro lugar del mundo enseñan.
Cuando vi a Olivia en la UCIN, sentí agradecimiento, pero también una tristeza muy pura y real, Oli perdió peso cuando la trasladaron del Calderón al HNN y cuando llego a la UCIN pesaba alrededor de los 1200 gramos. Entré, me senté en una silla frente a la cama 3 y me di permiso de llorar, pero habíamos hecho una promesa de no llorarle, más bien de animarla y tratar de que ella estuviera acompañada por amor y no por tristeza. Así que me sacudí las lágrimas y le dije “Monilla ya llegó mamá”.
Tan pequeñita y tan fuerte. Creo que en eso podría resumir su estadía en la UCIN. Tan pequeñita y tan fuerte.
No la dejamos sola ni uno solo de los turnos, siempre estuvo acompañada, los doctores nos decían que teníamos que descansar porque el internamiento de Oli iba a ser largo, pero nunca nos decían que tan largo. A las enfermeras y a los doctores del HNN les teníamos preguntas diarias, sobre su estado, peso y otro montón de cosas que nos darían algunos indicios de su salida del hospital. Desde el 4 de enero hasta el 14 de febrero les preguntamos incansablemente todo tipo cosas, pero una en especial, ¿y la salida?
Durante todos esos días tuvimos apoyo de gente queridísima, me corrijo solita, tenemos apoyo de gente queridísima. Pero en esos momentos los doctores de la UCIN y las enfermeras que cuidaron a Oli son para siempre gente que llevo a la par del alma (tanto así que una vez vi a uno de los doctores en multi y quería abrazarlo, él no se acordaba de mí por supuesto). Todos se convirtieron casi casi en familia, también las mamás (mis colegas) que en el cuarto de lactancia teníamos nuestra terapia, pero eso es un cuento para otro día.
A Oli le escribimos un diario donde celebrábamos sus éxitos, las subidas de peso, la primera vez que la alzamos, que la cambiamos…Ese diario fue nuestro desahogo dentro de una situación que dolía tanto. Ahora ese cuaderno se convirtió en un recordatorio de las cosas que realmente valen la pena. Hace poco estaba ventilando con una amiga un poco de las frustraciones de las malas noches que pasamos las mamás; y le conté como en ese cuadernillo la “yo del hospital” hubiera preferido pasar una mala noche con Oli sobre las noches que nos tocó dormir lejos. Así que de vez en cuanto lo leo para recordarme lo afortunada que soy.
Tengo a Oli conmigo todas las noches de mi vida, las malas, las regulares, y las buenas. Corazón agradecido.
Para Aris y tio Herberth que nunca faltaron y nos ayudaron a quitarnos miedos. Gracias.
I love her sweet little face here and the little hat. I so admire your ability to have documented this experience, as you are an inspiration to others. Kisses!
Tia in all honesty this journey has been hard and I know it has been hard for so many other moms, the hospital and the doctors and nurses. I really just hope this will be useful for other moms to know that they don’t walk alone. It sure has helped me.
Me muero de amor con tu historia Oli!!!!! Guerrerisimas las dos, las tres con tu mami…las…todas!!!!!
Sigue compartiendo, espero con muchas ganas cada vez que posteas un capitulo mas…gracias x compartir..besos!!
Tati! <3!
❤️ Sincero y con el corazón… Así se lee esto tan lindo. Por dicha ya puedes cuidar de olí todas las noches. Gracias por recordarnos la bendición que es poder tener a nuestros hijos en casa, no dormir sacando cólicos, conteniendo y dando de mamar… Gracias! Porque agradezco mis ojeras, no las tapo, las veo y sonrio.
Que belleza es ser mamá! es lo más lindo con ojeras, camisas sucias, cambiamos el tacón por las tennis y el pelo suelto por la cola! y nunca me he sentido mas linda!
Hellen, de las cosas más lindas que he leído. Sos una valiente y tú bebita es la guerrerita #1. Oli es lo que es por tanto amor que tiene y tendrá!!! Conforme pasen los días ese diario serán cada vez más increíble!!!
Gracias Diana! Es mucho amor y agradecimiento.