Me voy a adelantar un poquito en la historia de Oli. Voy a contarles acerca de uno de esos momentos donde la gente que está al alrededor te enseña tanto. Te ubica. Te hace agradecer y te inyecta un poquito de mejor actitud hacia los días grises que se vengan.
A principio de este 2017, en la cita de fisiatría, cuando Oli todavía no sabía distinguir muy bien que es lo que hacíamos (hacemos) tan a menudo en el HNN.
Ella estaba tranquila. Su papá la estaba paseando en los hombros por el pasillo del piso tres. Todo parecía un paseo.
Saliendo del elevador, atarantada como muchas veces me pasa en el hospital, entre por default al salón de medicina tres, nefrología. Me topé a su doctora de siempre, nos saludamos y me preguntó con cara de confusión si teníamos cita. Le expliqué que fue solo por costumbre que entre ahí.
Hacía unas cuantas semanas Olivia había estado internada en uno de esos cuartos esperando resultados para ver si era, o no, necesario hacerle un procedimiento. Inevitablemente, entrando a esa sala, me recordé de sus amiguitos de internamiento. Uno de ellos llevaba un poco más de tres meses ahí y su cumpleaños sería esa misma semana.
Oli acababa de cumplir un año y habíamos planeado una fiesta para la chiquitilla que cancelamos gracias a este internamiento. Esas fiestas temáticas de unicornios, escarcha, queques, etc…. la ilusión se me había ido al piso con ese internamiento y cancelamos todo. Y acá estaba él, a punto de cumplir sus 4 años y con una actitud mejor que la mía.
Él había hecho de un cuarto de hospital su casa. Las enfermeras eran sus amigas y los pasillos de medicina 3 su jardín. Tenía un PEG y esperaba paciente un trasplante de riñón. Sus papás, guanacastecos, humildes y valientes, dejaron todo y se vinieron a vivir con él. Se vinieron a compartir con él y a repartirse las horas de visita para que nunca estuviera solo. Llenaron , así, un cuarto de hospital con el amor más grande. Él y sus papás me enseñaron a no quejarme de esas pocas noches en el hospital que me tocó pasar junto a ellos y a tratar de hacer de los minutos, horas o días que Oli tenga que pasar en el HNN un paseo en el parque.
Porque mi actitud es importante y ella necesita que las citas a las que vengamos; todas las que sean, por cansado que parezca estén llenas de paz y porque no una que otra sonrisa y juego. Y aunque ya reconoce y anticipa lo que va a pasar, aún intentamos que sonría y que juegue en los pasillos de ese hospital que, al final de cuentas, está lleno de colores.
Para Ángel y sus papás.
Gel. Siempre me llenás de alegría. ♡